Nubes de golondrinas nos reciben. El auto en punto muerto, freno de mano echado, salimos con la cámara a recoger una primera impresión del sitio. El otrora glorioso cortijo parece ahora como si la tierra se lo fuera a tragar en cualquier momento. Las labores de labranza lo respetan de momento, aunque tal vez haya que dar gracias a la valla metálica que circunda el ruinoso ámbito en que se encuentra sumido.